martes, 9 de julio de 2013

Saturno es Celeste.


Grande es el número de pinos y estrellas,
 cuando la luna oscura le roba el amor a los hombres.


Existen planetas intocables naciendo en los bosques sagrados, surgen de la nada mientras las luces van y vienen, cuando los brujos cierran los ojos y dejan fluir sus lenguas sobre los silencios, silencios que se entregan dulces como un cuerpo en frente del vacío. Un cuerpo que toqué por accidente. Un cuerpo, un planeta. Si por cada cuerpo naciera un planeta.... si por cada cuerpo naciera uno, cuanta galaxia existiría en el pecho...
¿Sería realmente el universo infinito?
¿Sería el amor infinito?
¿Sería el sexo infinito?
Los aspectos dionisíacos no sirven de nada cuando el pecho es infinito como el mío, como el suyo lector, amado. Amado por los siglos de los siglos hasta crear el nuevo siglo de las luces. Naciendo y muriendo en el vacío, y volviendo a él.
Y volviendo a él
Y volviendo a él, a él, al cuerpo que se toca por accidente en una montaña sagrada durante una cascada finita, la nube llega hasta los ojos, ojos que se sienten en los pinos que observan mientras los cuerpos
Se tocan.
      Se tocan,
          Se tocan y nacen los planetas,
y nacen las galaxias en medio de la oscuridad absoluta.
Los dedos en la vertebra,
la energía,
el no cuerpo,
la energía de los no besos,
el deseo del beso.
          La mirada que no se ve.
                                          No se ve.
                                                     No se ve.
Ahh, es que es luna nueva.