martes, 7 de enero de 2014

Al bien amado.



Mi bien amado niño, te agradezco el regalo que me diste hoy, mi corazón está latiendo como nunca antes, ni cuando me creí y recreé estar enamorado en el pasado. Tú amor es el que tenemos que desarrollar los hombres. Gracias por mostrarme tus vacíos. Por llevarnos a nuestro pasado. Por enseñarnos las carencias, pero sobre todo el perdón.

Mi bien amado, perdona a tú primo. El que te arrancó el alma a los seis años. El no era consciente de sí. Como todos, como muchos. Perdónale el alma. Perdónasela. Prometo trabajar en esa herida. Lo prometo con mi vida, ésta, la presente. Prometo amarlo a él por vos, bien amado. Solo por vos podría, solo por vos.  Perdona también a los que vinieron después, nuestra sangre marchita, perdónalos. Perdónalos con el corazón. Este, el nuestro. Que arde gracias a tu viaje.

Perdona a nuestra madre, ella hizo lo mejor que pudo con el amor que le dieron cuando ella era  una niña como tú. No la odies. Por favor, no la odies, escúchame. No puedes cometer los mismos errores que yo. Ella te amo, a su manera. Con sus distancias y silencios, pero te juro que te amó. Perdónala por no darse cuenta. Perdónala por no darse cuenta que tu alma ya no estaba. Perdónala también por los abrazos que no te dio cuando armabas las rabietas. Perdónale los golpes cuando querías quemar la casa porque te asfixiaba estar tan solo. Cuando tengas quince, no te quedes niño para que te abrace, ella no lo hará allí tampoco. Ten paciencia con tu hermana, aunque a ella sí la abrace. No golpees a tu hermana, ni la muerdas, ni la des arañazos de sangre, no le arranques el cabello, ella no tiene la culpa por ser niña.

Pasa que mamá, se ve en ella. Y quiere darse lo que nunca le dieron de pequeña. No la culpes. No la culpes. No te alejes de tú hermana, bien amado. No te alejes. No la golpees, no seas duro con ella. Ella solo vino a acompañarte, a formar el tres en la familia, la absolución,  ya conocerás sobre el tres y te gustará mucho. Viviremos en el tres. Creeremos en el tres. El tres lo será todo. Otra cosa, no le golpees sus senos. No se los golpees, por favor.  No la quieras volver como tú, ella es niña y tú eres niño. No tienes que cambiar esto. No quieras ser niña para que mamá te abrace, aún así, no lo hará. No la enseñaron a hacerlo. No la culpes. Tampoco a la Abuela, ella también sufrió mucho, nunca tuvo papás, y la golpearon como si fuese un perro. No la culpes.

Abuela sufrió. Tú lo sabrás a los veinte, pero no te importará sino a los veintitrés. Y te dolerá tanto mi niño, te dolerá tanto saber  la verdad. No te alejes nunca de la verdad. El único miedo real es el alejarnos de ella. Yo he venido hasta aquí para abrazarte, para romper con todo eso que te duele en el pecho, y tú te vendrás conmigo a éste, el presente. Aunque está feíto también, pero por lo menos estaré yo para abrazarte las veinticuatro horas. Abuela nos abrazaba, recuerda. Ella también nos dio el cielo. Corrigiendo sus errores con nosotros. Pero no era nuestra mamá. No la juzgues por no ser nuestra mamá. Nosotros somos sus hijos. Créeme cuando te digo que nosotros terminaremos siendo sus hijos. Y nos necesita tanto como nosotros a ella. Por eso la que nos crió fue ella.

Ay mi niño, mi niño bien amado… basta de decirte tantas cosas. Vamos a jugar. Juguemos en Mérida con la cabrita y la nieve. Juguemos en el carro mientras pasamos el puente y cantamos la gaita a todo pulmón. Juguemos con los tambores a que tío Mario. Juguemos a lanzarnos en los médanos con tío rafa y los primos. Llevemos los médanos a la casa del abuelo para que nos regañe y luego reír. Juguemos en los columpios, los rojos, cuando nos pintaron la cara de payaso. Juguemos en adícora, cuando nos hacían arepas rellenas de pollo desmechado con frescolita para comer. Juguemos con abuelo francisco, nuestro papá, el que nos llevó a los cerros a cazar visures, el que nos enseñó a no pegarle a las matas con palos porque les duele, el que nos llevaba a caminar al conuco y sonreía siempre por estar con nosotros, el que nos daba malta con club social a las cinco de la tarde, el que intentó enseñarnos a manejar y casi nos fuimos con la luz roja en el calle-sierra,  el que nos quitó la araña del cuello aquella vez y nos dio nuestro primer pollito que se convirtió en gallo, el  que rescató a todos los animales que ya no quería la abuela, el que nos regaló nuestra segunda bicicleta con la que nos hicimos esa cicatriz en la barbilla a los once.  El que nos daba café con leche cuando visitábamos a sus tías, las viejas, las que olían feo. Pero el café nos gustaba tanto que le perdonábamos el olor. El que te dejaba reír a carcajadas, lanzar botellas a las piedras y no al revés, el que dejó a su mujer y se mantuvo con abuela por nosotros, el que después de que su amor lo dejó, sigue viniendo a nosotros cada quincena con empanadas y queso de cabra, el que te sacó de la hamaca del primo a los seis, y a los siete, y a los ocho, el que se dio cuenta que te faltaba algo en el pecho, y a los quince te dejó ir cuando no quisiste verlo más porque tenías miedo de que lo notara.

El que no te juzgó por querer ser una niña para que te abrazaran, aunque a los veintiuno te preguntaba siempre por una novia mientras nos encogíamos de hombros. ¡Qué ironía! Ahora que estás conmigo, que realmente estás conmigo, quieres a las niñas. Aunque ellas sean locas y no las comprendas, aunque algunas sean escépticas y maniáticas con uno, o lanzadas, si otras nos invitan al mar, las quieres. Porque ellas siempre querrán abrazar. Porque ellas saben lo que es amar como nosotros lo hacemos. Porque ellas tienen una luz en sus ojos como el sol. Porque más tarde, ellas dejarán de ser niñas para convertirse en madres, y luego de madres se volverán abuelas, y después de abuelas se volverán estrellas, y entonces los hombres las mirarán en las noches con nostalgia preguntándose los porqués que nunca nadie se atrevió.


Y no nos perderemos eso. Nunca más. No ahora, cuando volvemos a sentir los brazos alrededor de nuestra alma. Vente conmigo bien amado, son la una de la tarde del siete de enero del catorce, vamos a ver al abuelo, a nuestro papá, antes de que se vuelva planeta.







PD: Gracias Solesky Melchizedeck y Josué Calderón. 

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