[Indagando la prosa poética una mañana de Junio]
Cuando a uno le gusta un chiquillo hace todo por
conquistarle, no se limita a decir verdades o mentiras, no se limita a los
límites, los interpola, los extiende, los vuelve infinito. Uno no tiene culpa
de que los chiquillos como él sean bellos y produzcan solo hecatombes. Uno como
buen caballero les hace sentir que son únicos, pero basta de palabrería, ¿realmente
aún creen esa mierda?... Deberían despertar de ese sueño inefable y darse
cuenta de que no, no son únicos. Que hay muchos chiquillos esperándolo a uno y
la catástrofe verdadera surge cuando los demás chiquillos vienen, entonces uno
está atado a las estrellas y a los besos no dados, uno se amarra a una cintura
que nunca ha tocado porque la mente y el alma es terrible, terriblemente
masoquista.
Y se tiene la posibilidad de estar con cualquiera de ellos porque uno es la
bestia, porque uno es la virgen, porque uno es el dios creador de la bestia,
porque uno mismo es el laberinto, un laberinto indescifrable, malogrado,
imperecedero, un laberinto hermoso que lo vuelve a uno eterno.
Eterno en un sueño utópico de que algún día se podrá
encontrar a alguien con la imagen de ti. Pero hoy lo tengo a él, y a unos
chiquillos más, y esto surge por una pregunta que me hizo, que me derrumbo,
pues uno no se prepara para preguntas así, no se tiene el escudo porque uno no
encuentra príncipes que nos encierren en cópulas de cristal y en momentos como
ese uno se limita, se limita a ser sincero y las caretas se caen y uno
responde:
Sí, he dicho muchos poemas a muchos chiquillos, es verdad.
Les conquisto porque se asombran fácilmente con la pluma, aunque no creas… Unos
huyen, otros se quedan, unos se vuelven melodramáticos como uno porque no
quieren perderse a alguien que le escriba poemas mientras duermen, alguien que les escriba un poema
después de un buen polvo o de un buen beso, alguien que le escriba un poema
antes de preparar la comida, o esperar la comida en cualquier puesto de perro-calientes,
de esos baratos para poder irse después a la playa a agarrar un buen colirio o
a lanzar cartas en botellas sin destinos, porque sí. Uno es loco. Porque siempre
se busca a alguien capaz de hacer sentirnos únicos en un mundo tan poblado de
chiquillos.
Pero honestamente, aquí entre tú y yo, ese poema sólo se lo
había dado a uno… Porque es un poema hermoso, es un poema que no se puede ir
diciendo en los oídos de cualquier chiquillo, porque es complejo, es como el
sueño utópico que me mantiene atado a mi pluma porque es mi mejor arma, aunque
no asesine.
A fin de cuentas, ¿qué mejor arma que aquella que desarme un
alma sin herirle?