sábado, 16 de junio de 2012

La mejor arma.


[Indagando la prosa poética una mañana de Junio]

Cuando a uno le gusta un chiquillo hace todo por conquistarle, no se limita a decir verdades o mentiras, no se limita a los límites, los interpola, los extiende, los vuelve infinito. Uno no tiene culpa de que los chiquillos como él sean bellos y produzcan solo hecatombes. Uno como buen caballero les hace sentir que son únicos, pero basta de palabrería, ¿realmente aún creen esa mierda?... Deberían despertar de ese sueño inefable y darse cuenta de que no, no son únicos. Que hay muchos chiquillos esperándolo a uno y la catástrofe verdadera surge cuando los demás chiquillos vienen, entonces uno está atado a las estrellas y a los besos no dados, uno se amarra a una cintura que nunca ha tocado porque la mente y el alma es terrible, terriblemente masoquista. 
Y se tiene la posibilidad de estar con cualquiera de ellos porque uno es la bestia, porque uno es la virgen, porque uno es el dios creador de la bestia, porque uno mismo es el laberinto, un laberinto indescifrable, malogrado, imperecedero, un laberinto hermoso que lo vuelve a uno eterno.

Eterno en un sueño utópico de que algún día se podrá encontrar a alguien con la imagen de ti. Pero hoy lo tengo a él, y a unos chiquillos más, y esto surge por una pregunta que me hizo, que me derrumbo, pues uno no se prepara para preguntas así, no se tiene el escudo porque uno no encuentra príncipes que nos encierren en cópulas de cristal y en momentos como ese uno se limita, se limita a ser sincero y las caretas se caen y uno responde:

Sí, he dicho muchos poemas a muchos chiquillos, es verdad. Les conquisto porque se asombran fácilmente con la pluma, aunque no creas… Unos huyen, otros se quedan, unos se vuelven melodramáticos como uno porque no quieren perderse a alguien que le escriba poemas mientras  duermen, alguien que les escriba un poema después de un buen polvo o de un buen beso, alguien que le escriba un poema antes de preparar la comida, o esperar la comida en cualquier puesto de perro-calientes, de esos baratos para poder irse después a la playa a agarrar un buen colirio o a lanzar cartas en botellas sin destinos, porque sí. Uno es loco. Porque siempre se busca a alguien capaz de hacer sentirnos únicos en un mundo tan poblado de chiquillos.
Pero honestamente, aquí entre tú y yo, ese poema sólo se lo había dado a uno… Porque es un poema hermoso, es un poema que no se puede ir diciendo en los oídos de cualquier chiquillo, porque es complejo, es como el sueño utópico que me mantiene atado a mi pluma porque es mi mejor arma, aunque no asesine.

A fin de cuentas, ¿qué mejor arma que aquella que desarme un alma sin herirle?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Las palabras hieren aveces mas que cualquier otra arma, son tienen la capacidad de golpear el punto mas debil de todos (aunque algunos no lo acepten) el alma...!