Al Emperador un 30 de Octubre del 130
Tal vez
baste con un te quiero pero nace en mí decir que…
Adoro
vuestra forma de mirar, digo… Vuestra forma de mirarme, de mirarme a mí
Con esos
ojos preciosos con los que los dioses le bendijeron al nacer.
Soy rojo
efervescente.
Soy rojo
cadmio.
Soy rojo
cereza.
Decidme qué rojo quiere y lo seré, se lo juro,
lo seré.
Soy las
rosas nacidas en el laberinto, las rosas nunca vistas, mi soledad son las
espinas de las rosas, las que nunca –ah que bueno- han de matar a algún poeta,
soy –eso- a lo que el hombre teme, soy la bestia, el monstruo del laberinto,
soy el laberinto mismo, soy todo aquello que se anhela algún día en estación
del año y ya no se recuerda, soy deseo cumplido de genio, soy palabra
consumida, devorada, defecada.
Soy, somos,
sois.
Sois la
Ariadna reencarnada, sois hilo dorado, has llegado a mí con único fin, sois
espera en la costa, sois crepúsculo, rodáis los aviones del alma que se
estancan en los arboles de mi pecho.
Sois
libertad, soñada mía.
Sois
acreedor de besos que paralizan el tiempo, sois inefable, terriblemente
inefable, vuestro cuerpo es éxtasis.
El bien
conocido Awen.
Sois
alegoría de belleza efímera
Vuestra
alma es el abecé de lo místico.
Sois
corriente dulce de fuego.
Sois, soy,
somos.
Somos todo
aquello que no se nombra.
Somos
caballo blanco, a veces de metal.
Somos la
palabra magia.
Somos la
misma edad de la luna.
Somos
blanco y somos negro.
Somos el
árbol del mundo.
Somos el
tiempo que se paraliza con nuestros besos.
Somos cartas
de amor enviadas al azar.
Somos Humanos.
Somos Lobos.
Somos Metamorfos.
Somos Vampiros.
Somos Musas.
Somos Hadas.
Somos Príncipes y Reyes
Somos Princesas y Reinas
Somos lo
mundano
Somos la
mitología en esencia
Somos
claroscuro
Somos luz
Somos,
Hasta que
las estrellas caigan de los cielos y aún en la eternidad
Somos,
sois, soy
Soy, somos,
sois
Sois, soy,
somos
¡Sssssshhhhh!
Tal vez bastaba con un te quiero.