A Josué Calderón, un 31 de Diciembre.
Calderón, hoy me he levantado con una tranquilidad en el
corazón. Con una paz que se consigue en las playas de mi península, en las
montañas de sus andes, en sus ríos… en los ojos de una mujer. Por no salirme
del país maravilloso del encuentro, por
amar por encima de todos los países esta tierra santa que lo tiene todo:
Venezuela. El solo nombre del país llama a la gente a venir acá, es un lugar de
encuentros, de llegadas y adioses. De muerte y renacimiento como todos, pero lo
defiendo, con escudo y espada como enseñaron los cuentos de pequeños. Pobres
las gentes que migran buscando felicidad cuando nacieron aquí con todas estas
maravillas. Entonces no cabe duda de los ojos en desuso…
Hoy con este corazón celeste quiero darle las gracias. Por
la infinitud que no pueden medir las palabras ni las voces de los hombres. No
sé cuánto me dure el azul aquí, pero quiero que sepa que es un pedazo de
energía oscura y los correspondientes astros que circundan en su pecho son una
prueba de ello. En tan poco tiempo he
transitado muchos caminos, dirán que viví muy rápido. Pero eso no era vida.
Ahora puedo decir que morí muy rápido en tantos caminos recorridos. Tantos
viajes fuera de sí mediante la mente intranquila, impaciente, con un corazón corroído
no se puede amar, y he allí el camino que escogí, El amor.
Citando a Keats, “Alguna vez me asombró que los hombres
fueran al martirio por su religión, temblaba de pensarlo. Ahora ya no tiemblo.
Podría ir al martirio por mi religión, el amor es mi religión y podría morir
por él (…)” y muero, muero a cada rato, y aún me falta tanta muerte que
recorrer, tanta muerte que vivir, por supuesto que hay vida después de la
muerte. Para verlo solo se necesita el
corazón encendido con la llamarada del espíritu, es el amor el que frisa cada
una de las grietas que poseen los pechos, es el amor el único camino y la única
verdad. No me interesa estar en ninguna religión, en ningún dogma, en ningún
lugar, me interesa es el amor. Y eso es todo.
Lo veo y me veo sabiendo que puedo. Es un niño hermoso que
instruye con el ejemplo. Dios teje los encuentros de forma misteriosa, es
verdad y sin mentira que todo esto que vivimos debe ser solo un pedazo de la telaraña
gigantesca e invisible que existe ante nuestros ojos terrenos. Si veo hacia
atrás, solo un poco… veo cada decisión y su efecto. Me alegra muchísimo haber
decidido quedarme con ustedes, los locos de mierda aquella noche en Adícora en
vez de ir a un polvo seguro que no me dejaría nada. Conocí con ustedes la
decadencia del hombre, el inframundo en la tierra –valga la redundancia- ¡Delicia, delicia! Nos gusta, y solo
admitiendo que nos gusta podemos verlo. Conocí hasta la marihuana aquella vez,
qué rica, por cierto… me iba atropellando un camión 350 y solo me dio risa. Parecía
un niñito, quizá por eso a las gentes les
guste tanto. Se sienten inocentes aunque sea por momentos cortos de
tiempo, es como soñar dentro de un sueño, creyéndose despiertos. Igual hasta ellos
se pierden de lo hermoso que es vivir la vida intensamente. El tatuaje de Diego
lo es todo “Vivir feliz es vivir viviendo” hasta se le perdona el pacto, por la
hermosa verdad que lleva en su piel.
Ay pito, luego me regaló un pedazo de cielo al encontrarse
con su niña por vez primera en ese apartamento. Qué corazón tan oscuro el mío,
sentir envidia y perversidad en aquel momento, cuán dormido amigo puede estar
uno. Lo del encuentro se lo reservo a usted y sus memorias, su corazón recuerda
mejor esto que yo.
Luego vino el olvido….
Después su regreso y el oro. Los cambios. ¡Qué cambios tan hijoeputas!
Solo quiero decirle, como de seguro ya
se lo he dicho tantas miles de veces que lo admiro. Admiro su sacrificio. Su
rosa roja. Es bella marico. Es bella. Nunca dejará de ser bella. Es una rosa
roja inmortal como todos aquellos que
han desarrollado de verdad el amor, y aunque conocer esto ha desatado en mí
tantos océanos en mis ojos vale la pena, vale demasiado la pena.
Gracias por tener fe en mí pito, hasta en los momentos más
oscuros… Hoy amaneceré en el faro este año nuevo, quiero que sepa que iré solo.
Es mi tributo al amor. El faro que le presté por accidente para enamorarse
usted de ella, aunque para el amor no hay mejor lugar de encuentro que los ojos
de una mujer. Qué ironía. Siempre venía al faro a pensar en el amor, y siempre
estuve solo allí, estando solo.
Quiero que sepa también que veré nacer al sol con mi espalda
y sus escorpiones. Me libraré de ellos a las tres de la mañana, tratándome de convertir
en cabra o en pez. El sacrificio soy yo,
he aquí el mejor ritual de fin de año. La gente si es pendeja al creer en
tantas mierdas. Saludaré a Venus y a las estrellas también, y pediré al aire un
beso de los labios en los que pienso. A ver sí el aire me los trae a mí en esta
ciudad tan ventilada. Por cierto pito, la vi en Adícora con un vestidito
hermoso que le cubría el traje de baño. El sol moría a mi espalda mientras ella
se acercaba a mí creando un nuevo lugar
de encuentro. En el mismo lugar donde conocí el infierno con usted, ella me
mostró el cielo. Razón tuvo el estrellado al esconder la luna ese día. Sí es
que ella estaba parada delante de mí dudando de mi existencia, y aquí entre nos
hasta yo dudé de la belleza del momento.
Qué ironía mi niño. Qué telaraña tan hermosa puede crear Dios.
PD: El II es mío. Tan mío que se vuelve ella. Pero lo que sí
puedo decirle es esto: ¡Qué buenas piernas tiene ese poema que se bañó en el
mar conmigo a la una de la mañana y qué corazón tan encendido me dejó!