sábado, 2 de abril de 2011

Muerte súbita.



Era la misma muerte, vestía de negro como siempre
Su cabello castaño me hizo delirar, estremeció y retorció cada rincón de mi ser
Y aunque tenga un tono gótico, no puedo dejar de pensar que esta hecha de veneno
Una poción mortal que recorre cada vena de su cuerpo
Que cuerpo más esculpido, cómo si se tratara de cerámica, perfecta cómo siempre esa preciosa muerte
Muerte ajena disfrazada de muñeca de porcelana, maniquí andante de labios rojos
Cómo olvidar esas lunas maquilladas con tonos atenuantes
Que me hacían hervir la sangre, Daniela era su nombre
Aún no exteriorizo su belleza, una diosa completamente ajena, preciosa muerte que deslumbra cada rincón de esta noche
Que entre tanta magia, críticas y cantos, saliste a relucir en el aire, denso como el aceite... y blasfemo cómo el asfalto
Sin Dudarlo cumpliste tú labor, pues hoy te encargaste de ser el arte, destruiste cada uno de estos lienzos que aunque lleno de matices y de vida, fallecieron al contemplarte...
Tú mi querida muerte, mujer ajena, vestida de negro, tacones rojos, labios enlodados de sangre, llenaste  esta noche de ilusión y de versos en un joven poeta sin razón.

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