La luna me habla de tal forma que todo a mí alrededor se ensordece, logra germinar mi esencia, la cual se acerca lentamente para decirme que no soy distinto a cualquiera, más yo, en estos momentos puedo lograr cualquier objetivo que me proponga. Mi “bien” está por encima y delante de todo.
Ahora mismo no tengo estro, ningún ser humano me inspira, y estoy bien… ¡Absolutamente bien! No siento la necesidad de escribir sobre el amor, no siento la necesidad de desahogar emociones y bosquejarlas en forma de palabras: ocultando mis verdaderos deseos y anhelos, para así no sonar predecible, para así no convertirme en un cazador cazado.
-Vaya tristeza cuando eso sucede-
¡No intentes casarme!, sólo trata de ir en el mismo sendero que yo, sin buscar a cambiarme ni dominarme, ni mucho menos enamorarme.
El tiempo dirá lo que es correcto, yo me he vuelto su amigo y poco a poco he ganado su plena confianza, error de tu parte que no confías en el.
Puesto que aunque:
No lo veas.
No lo toques.
No lo escuches.
No sientas sus besos.
No respiras su aroma.
No lo veas.
No lo toques.
No lo escuches.
No sientas sus besos.
No respiras su aroma.
Puede llegar a ser tú mejor aliado: el que mejor puede comprenderte, analizarte, seducirte y hasta enamorarte, no obstante no puedo enamorarme, se me es prohibido y mucho menos tratándose del tiempo, que hoy en día se ha convertido en mi buen amigo.
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